sábado, 19 de agosto de 2017

POLÍTICAMENTE INCORRECTA


Nunca entro a debatir sobre lo que no entiendo. Sería una osadía, por mi parte, inmiscuirme en temas diversos o candentes para los que no podría tener una respuesta coherente y acorde con la realidad. Porque, en realidad me pregunto, demasiadas veces, cuál es la realidad de las cosas, la verdad, verdadera, de una razón, cuando, dependiendo de quién, cuando, cómo y por qué, puede no haber razón alguna para, por ejemplo, el odio que se pone de manifiesto, incluso opinando. Claro, que alguien dirá ¿Cómo que no hay una razón para el odio? El odio en sí, es una razón, cuando se siente, tanto, tan tristemente cruel y cotidiano, por esas causas que cada quién es capaz de esgrimir, como razonables, en defensa de tan diversos motivos para odiar.

Lo mejor que podemos hacer es leer para estar informados. Pero su previa escritura no puede convertirse en un motivo para pretender sentar cátedra desde las opiniones sesgadas y, en estos días, tristes días, se está opinando demasiado y mal (a mi entender), porque aunque el corazón tenga razones que la razón no entienda, desde la ignorancia, el odio o las ideas que cada quién crea tener más acertadas que las del vecino, el caso es que, aprovechando algo tan deplorable como es la masacre de Barcelona, una más de tantas en las que se nos pone de manifiesto que el mundo se descompone, da asco leer opiniones de gente de derechas, gente de izquierdas, de personas que creen mear agua bendita y de los que se la cogen con papel de fumar.

Grabar o compartir vídeos morbosos, imágenes en las que nadie querría ver a un ser querido, dar opiniones atentatorias, titulares chulescos y discursos maquiavélicos, sacar a colación situaciones recientes u opiniones de antaño, con la poca sana intención de des-componer más el panorama en el que nos envolvemos (que ojalá nos desenvolviéramos), es, para mí, sin lugar a dudas, de un asco vomitivo.

Pero dicho esto, no estoy, en absoluto, en contra de la opinión. De dejarla en cualquier rincón, para ser leída y por tanto, opinada. Faltaría más. Somos libres (o eso creemos) de pensar aquello que nuestro intelecto (de tenerlo), sea capaz de crear. Pero el problema es que no  siempre estamos preparados, ni los unos ni los otros, para entender lo que deberíamos. Ni siquiera estamos seguros de lo que decimos y por qué lo decimos, y otras veces, somos incapaces de poder responder con precisión sobre lo leído o escuchado, porque en realidad NO hemos entendido nada.

Porque, en definitiva, cada quién cree estar en posesión de SU verdad. Y eso no es la Verdad. Es, simplemente, SU. Y así nos va.

En mi pueblo están en fiestas. A mí, como me la trae al pairo (y están resultando incluso grotescas), me sale de las zarpas y de la gata que llevo dentro quedarme en casa y escribir, por si alguien me lee, y opina.