sábado, 15 de junio de 2013

NO ES LO QUE PARECE

 
Crónica del día. Hay momentos en la vida que una no sabe si maullar o ponerse los bigotes por montera. Los gatos no viajamos mucho en según que transportes (menos uno pelirrojo llamado  Dodger que hace 15 años que vive en Inglaterra y adora andar en autobús en la ciudad donde vive, Dorset. Es la caña...Pero su historia la contaré otro día). Ahora le copy-pego a mi ama una de sus muchos delirios literarios. Anoche andaba más que dispuesta a la risa y al humor ese que tiene entre cítrico, irónico y saleroso que Bastet "le ha dao" y le dio por liársela a un revisor de autobús (que nunca están, pero alguna vez aparecen y...)
 
Volvía a casa después de un ajetreado día en el que me dolían hasta las pestañas. Con paso firme adelanté al cansino movimiento de un cuerpo con ropas multicolores. Pese al viento y el agua que arreciaba la mujer, con labios de oso hormiguero, caminaba tan lenta como el corazón de una paloma. Tras de mí subió al autobús; tomó asiento al lado de un chico delgado que balanceaba la cabeza donde un minúsculo auricular asomaba incrustado en sus orejas. El ruido de la tormenta se colaba al interior del vehículo que circulaba con prisa por la vía mojada. Un frenazo brusco hizo que la mujer rodara por el suelo y que el joven cayera sobre ella. Yo me aferré con la fuerza que no tenía a la barra de sujeción; la bolsa desde el regazo saltó bajo los asientos delanteros, desparramándose las naranjas recién compradas. El señor con cara de aburrido que leía un libro, dando trompicones, saltó por encima de los chicos que seguían en el suelo, para ir a parar, como un jovencito impetuoso, al asiento donde lívido, seguía el conductor intentando dominar la propiedad municipal.

El autobús giraba en el aquaplannig y varios coches chocaron en cadena. Entre el mareo que nos producía el imparable vehículo, siguió el efecto dominó propiciando que otra joven de pelo enmarañado y tatuajes, chocara contra el madurito repeinado con camisa desabrochada; levantándose la diminuta falda que dejó al descubierto la cinta negra del tanga y un culo sonrosado. Una señora de edad imprecisa, con peinado retro, balbuceaba palabras inconexas blandiendo el bastón; estrujada entre el señor gordo de pelo ausente. El musculitos, de piel sedosa, mecía sus pectorales al vaivén del tornado interno, mirando la escena con cara de panoli, mientras arrodillado a sus pies pegaba la cara a su bragueta un señor canijo, aferrado a un maletín.

El movimiento cesó de pronto. Sin tiempo a recomponernos del susto se abrió la puerta delantera. Un señor de traje oscuro, corbata azul y bandolera al hombro con pinta de revisor irrumpió en el interior, pidiendo a voz en grito los billetes. Abrió los ojos como un búho, anunció que lo que estaba presenciando era inadmisible y hasta donde iríamos a parar en este país cada vez más libertino; que esto no iba a quedar así. Denunciaría a todos por organizar una orgía en un transposte público, en hora punta y sin tomar las medidas necesarias; para evitar en las mujeres un embarazo no deseado, y en los hombres un enrarecimiento del vicio.

Fui incapaz de articular palabra...
:loco: