domingo, 17 de noviembre de 2013

DUELE ESPAÑA

 
Crónica del día. No es fácil obviar el tema porque, de nuevo, bajo los tejados, presenciamos con asombro que la actualidad la acaparan la Vida y la Muerte. Pasada la “jalogüense” entrega que re-unía a vivos y muertos en días de flores y ritos, toca centrarse, de nuevo, con otro cariz, en los más vivos y más muertos de este País nuestro de cada día; dada la realidad que recorre nuestras calles llenándonos el entendimiento de asombro y duda respecto a qué está ocurriendo con las leyes del mundo, y qué pasa por la cabeza de quienes las legislan para que sean, como poco, mal de muchos y des-consuelo de tantos. 

Decía Unamuno hace ya muchas lunas que le dolía España. Mala praxis se le viene aplicando a esta piel de toro, por cuanto no solo no hemos mejorado la salud (pese a las mejoras que fuimos experimentando los españoles con el siempre denodado esfuerzo de sangre, sudor y lágrimas) sino que las curas se vuelven cicatrices difíciles de borrar cuando la medicación hace estragos en la sangre que corre por nuestras venas.

Observo la vida ajada y gris de muchos paseantes taciturnos, acrecentándose en mí la inseguridad y desconfianza de la gata que llevo dentro.

Me enseñaron, -cuando apenas comenzaba a maullar- que en realidad la Vida no son 7 ni 9, sino UNA y, como tal, debemos cuidarla para que nos dure en perfectas condiciones de uso hasta que la muerte ejerza su soberanía y nos iguale en la misma posición de simples y míseros mortales. Pero una cosa es morirse y otra que nos maten.

Reconozco que soy una "felihumana" con privilegios y que siempre viví sin grandes sobresaltos. Otra cosa es no poder evitar, con mucho esfuerzo, tener que tragar la bilis de la derrota por ser testigo del mal que aqueja, ya no al mundo, que su mal incluso lo abarcan mis ojos de gata miope; sino a la cotidianidad doliente del día a día en esta parte del globo terráqueo en que me ha tocado maullar.

Inseguridad, miedo, angustia, perplejidad, duda, enfado... Me fallan los adjetivos que califican lo que siento; como seguro les pasa a la gran mayoría de los terrestres que, en este caso, miran desde sus cobijos a una España retrógrada y doliente, que eternamente llora a sus muertos e intenta que lo peor de algunos vivos no sigan causando muertes a manos llenas.

Toca ahora asistir a la contradicción de que, mientras los españoles de bien casi ni siquiera podemos presenciar la verdad en los telediarios, (por esos conatos de censura, de nuevo, en el fondo y en la forma en que a nuestros ojos y entendederas se oculta la realidad), se nos obliga a regurgitar la rabia de ver a muchos humanos caminar enarbolando la bandera de la Libertad que para sí proclaman; y que es la misma que robaron a demasiados, que ni siquiera tienen ya vida que reivindicar.

Dice el Tribunal de Estrasburgo que hay asesinos, violadores, y otras “criaturas”, que se merecen el privilegio de quedar en libertad derogando la jurisprudencia sentada por la doctrina de un tal Parot. Ello, porque el sistema jurídico español no puede en modo alguno contravenir unos artículos del Convenio Europeo de Derechos Humanos, (¿?) en función de que determinados asesinos, violadores y otras “criaturas” han visto reducidas sus “penas” por beneficios penitenciarios obtenidos, dado el “encomiable” servicio que han venido prestando a la humanidad (de ellos mismos) en forma de trabajo, estudios...etc...etc.., en prisión.

Este País tan “democrático” no puede permitir que pasen tanto tiempo entre rejas aquellos que han cometido actos delictivos tales como para que las condenas impuestas sumen una burrada de años; (cientos, miles) dependiendo del número de muertos y actos impuros a sus espaldas y que, por esas cosas de la justa injusticia imperante, -y que el mundo de la razón y el Derecho de hipócrita también tiene un camino largo- ahora se consideran “mermados” sus Derechos Humanos, por retenerles "indebidamente" unos poquitos años de aquellos cientos que reunieron por sus delitos, en detrimento de esos seres que, bajo tierra, con un tiro o un navajazo a cuestas, ya no tienen derechos que les asistan, -y menos humanos- pues ya han pasado a engrosar las inagotables listas de los que ni sufren ni padecen; por habitar un hipotético Limbo; convertidos en eternos fantasmas de su mala suerte de vida.

Maúllo de pena. Y me duele, sin remedio, esta España que, en ocasiones, cuida más al verdugo que a la víctima. Que invoca demasiadas veces los Derechos Humanos de tal forma que algunos humanos deseamos ser eternamente gatos. Porque, al menos, hasta ahora, las ratas, de ser apresadas, no invocan injustos derechos que les asistan...

Eterna realidad la del muerto al hoyo y el vivo al bollo, a la que asistimos quejosos los gatos sobre los tejados...

Pero no hay más cera que la que arde. La de tantas velas que iluminan los cementerios por los descansos eternos de las almas a las que ya no les queda ni el derecho al pataleo.