jueves, 12 de septiembre de 2013

UN GATO AGRADECIDO.

Dominó 
 
Crónica del día: Los gatos volvemos a estar al filo de la noticia gática, para que la lengua no se nos quede entre los dientes, laxa y aburrida. Hoy, la noticia es que un nuevo miembro ha llegado a la ciudad, y parece ser que piensa quedarse, en esta casa de los maullidos.
 
La historia se escribe con zarpas nuevas...



Hace días que puedo comer croquetas, tumbarme al sol y mirar cómo las gatas de la casa en la que me he refugiado, se relamen en la comodidad. Es lo que tiene la vida de la calle, que los gatos podemos observar y ni siquiera ser vistos. Pero de vez en cuando aparecen almas buenas con cuerpos generosos, que nos ayudan a sobrellevar el peso de la carencia de un techo y un salón con home cinema, incluido.
Yo he sido el elegido de Bastet, para disfrutar de la vida. Me han puesto Dominó de nombre; por eso de que la morenita de rizos encrespados, dice que me parezco a una ficha del juego así llamado. La observo cómo me observa y le dice al humano grandullón, que siempre anda cerca, que mire si soy macho o hembra. –No le noto nada, debe ser muy pequeño, dice él. Ella, apuesta a que soy chico por eso de tener solo dos colores. Yo, como tengo un poco de asma; o alguna enfermedad de esas que nos atacan a los gatos por el abandono y la mala alimentación, respiro con algo de dificultad y no puedo emitir sonido alguno cuando maúllo. Por tanto, aún no he podido decirles mi género; ni tengo ganas de abrirme de patas para que sepan si llevaré los pantalones o me vestiré de tul.
Mi historia, bien pudiera ser la de un gato corriente que un buen día acude al olor de las sardinas asadas en la terraza de verano de un chalet cualquiera. Pero no. Desde la posición de paseante de la soledad, atisbé un día como dos gatas hermosas vivían a cuerpo de reinas, delante de mis bigotes. Una, parece una tigresa de Bengala, gordota y de pelo tupido. Clariiiita, oigo que la llaman insistentemente con soniquete de niña pija, cuando se oculta entre los Dompedros del jardín, o visita tejados ajenos con palomar incluido. ¡Veeenuuusss, Veeennnuuusss¡... Llama la gata-humana a la gata siamesa cada vez que tarda unos segundos en volver al salón tamaño XXXL, (que yo tengo controlado, asomándome al ventanal) y que me mira con ojos de estás en mi propiedad, lárgate de aquí... ¡Menudo genio tiene¡ La he visto correr a la velocidad de un Galgo de galgódromo, persiguiendo a un gato que se encontró merodeando en sus dominios, entre el hambre y la curiosidad felina. Pero a mí todo eso me deja tan pancho. En esta casa se vive bien y yo no estoy para remilgos gatunos. Por tanto; decidí una noche acercarme a los mismos pies de los felinos humanos, -como el bonachón gato que soy- que re-buscaba sustento y comprensión a partes iguales y, como era de esperar, toqué el corazón de la pareja besucona y melosa que estaba haciéndose arrumacos a zarpas llenas. Se sorprendieron de mi osadía y oí como decía la dama: -Qué “lastimica” me dan estos gatos del cerro; este no se conforma con observar a lo lejos. Está algo famélico. No podemos permitir que sufran por no comer. Nadie, nadie, nadie, debería pasar hambre y sed, a estas alturas de la vida... -Así es, asentía el humano gato, al que ella llama, cariñosamente, Jorgete.
Atún a la parrilla cené esa noche y unos boquerones en vinagre que quitaban el sentío. Agua fresca en un bol aseado y, como no quería incordiar de más, fui a dormir al chalet del vecino ausente... Pero por poco tiempo.
Ahora, me he instalado –definitivamente- en la terraza de la casa que huele a hierbabuena y madreselva, a higos y uva primeriza. A hogar. Las gatas propietarias me lanzan algún que otro exabrupto, enseñándome los colmillos como panteras al ataque; pero no hay quién me largue del lugar. La humana de modales tiernos, me deja croquetas y agua limpia en la calle de abajo, intentando que no cree problemas a sus gatas ricachonas en mimos y confort; pero no más cumplo con el placer que me otorgan los alimentos, me acomodo bajo la pérgola y sobre los plácidos sillones de verano de esta familia a la que he adoptado bajo la Ley Gática, sin más trámite...
Desde mi rincón en el que dormito y pienso, presencio una hermosa realidad... Hay gatos absolutamente humanos.