miércoles, 4 de julio de 2012

GATIFAMOSOS


Crónica del día. Mientras dejo hervir unos calabacines con patata y un trozo de queso roquefort, aderezado con pimienta negra y unas hojas de laurel, más el cariño aferrado a la cuchara macerada de ajos;  y Clarita merodea maullando mimosa y terca, para que le deje salir a darse una vuelta con su amigo nuevo, un gato romano que, de momento, parece dominar el gaterío de esta zona, buceo en el mágico mundo internaútico para buscar  hoy entre la cosecha de otros; sobre todo, porque ando en otros menesterosos  aderezos caseros y he puesto las crónicas personales bajo sospecha: Pero volveré a la carga cuando el tiempo me deje tiempo para lo que barrunto bajo los tejados.

Bohemio Mundi es quién me ha dado para hoy cosas de ayer sobre los famosos que pusieron un gato en sus vidas; más que nada, para que no fueran perras...


-La reina Victoria de Inglaterra sentía pasión por los gatos. Su favorita, una gata persa, llamada White Heather, sobrevivió a la muerte de la soberana, y vivió en el palacio de Buckingham hasta bien entrado el reinado de Eduardo VII.
-Una de las preocupaciones principales de Winston Churchill era poner a salvo a su gato, un castaño de nombre Jock, durante los ataques aéreos. Su afecto por el animal era tal, que éste se hallaba presente junto con su amo en las reuniones del consejo de guerra.
-La emperatriz Zoe, esposa de Constantino Monaco, hacía comer a su gato junto a ella en un suntuoso plato de oro.
-El cardenal Richelieu vivía con catorce gatos, uno de los cuales, negro como el carbón, se llamaba Lucifer. Otro de ellos, Gaceta, tenía la costumbre de orinar sobre los invitados que le desagradaban. Píramo y Tisbe se convirtieron en una pareja inseparable que siempre dormía con las patitas entrelazadas. Otros felinos que tuvo este personaje fueron Serpolet, Sumiso, Ludovico el Cruel (que debía su nombre a que cazaba a sus presas, sobre todo ratones, de forma particularmente violenta) y Peluquín, llamado así porque se dice que nació sobre la peluca de uno de los amigos del cardenal. Los gatos de Richelieu eran reverenciados hasta por el rey de Francia.
-En el número 10 de Downing Street, residencia del Primer Ministro británico, la presencia de gatos no es noticia. Cuando Harold Wilson ocupó el cargo de Primer Ministro y su gato Nemo se convirtió en miembro de su gabinete, se le preguntó al embajador italiano en el Reino Unido qué le gustaría ser si volviera a nacer. Éste, con una sonrisa, contestó: “Me gustaría ser gato en Londres”.
-Socks, el gato más famoso de la Casa Blanca, recibió durante el mandato presidencial de Bill Clinton más de 100.000 cartas de fans al año, que eran puntualmente contestadas por un equipo de voluntarios acompañando como firma la huella impresa de un gato.
-A la muerte de Tom Kitten, el gato de John Fitzgerald Kennedy, se publicó una nota necrológica en un diario de Washington en la que se leía: “Contrariamente a los humanos en su posición, Kitten no escribió sus memorias ni buscó sacar provecho de su estancia en la Casa Blanca”.
-El famoso novelista inglés Charles Dickens (1812-1870) no salía de su asombro cuando su “gato” William parió una numerosa camada, viéndose obligado a rebautizar a su felino con el nombre de Wilhelmina.
-El general y político francés Charles de Gaulle sentía una especial antipatía con los periodistas, a los que trataba con displicencia, mostrándose sin embargo tierno y juguetón con su gato Gris-Gris.
-Florence Nightingale (1820-1910), considerada la madre de la enfermería moderna, estuvo en la Guerra de Crimea acompañada por sus gatos, entre ellos Bismarck, Gladstone, Disraeli y Houri, una angora turca que le fue regalada por un soldado de ese país.
-El compositor nacionalista ruso Alexander Borodin (1833-1877), autor de la famosa ópera “El Príncipe Igor”, tuvo al menos dos gatos, cuyos nombres eran Dlinyenki y Pescador. El gato del compositor napolitano Domenico Scarlatti (1685-1757) fue la fuente de inspiración de su obra “La fuga del gato”.
-La reina egipcia Cleopatra (70 a.C.-30a-C.) sentía auténtica adoración por su gata, Charmaine.
-El profeta Mahoma tuvo a lo largo de su vida muchos gatos, pero su favorito sin duda era Muezza. Cuenta la leyenda que en una ocasión en que dormía sobre la manga de la túnica del profeta, éste prefirió arrancar la pieza de tela y levantarse sin ella, antes que molestar a su adorado gato.
-El emperador japonés Ichijo confinó a prisión al dueño de un perro que había perseguido a su gata Myobu No Omoto, por considerar que el honor de ésta había quedado irreparablemente mancillado.
-Abraham Lincoln asignó a Tabby, su gato rayado, la tarea de convertirse en ayo particular de su hijo Tad.
-Se dice que el presidente estadounidense Theodore Roosevelt (1858-1919) conversaba a menudo con sus gatos Tom y Zapatillas sobre el Canal de Panamá.
-Cuando Tiger, el gato vagabundo adoptado por el presidente estadounidense John Calvin Coolidge (1872-1933) se perdió, el político, que solía caminar por la Casa Blanca con el gato alrededor del cuello a modo de bufanda, compareció ante los medios ofreciendo una recompensa a quien pudiera aportar pistas sobre su paradero.
-El misionero francés Albert Schweitzer (1875-1965) llevó consigo a su gata Suzi a Africa, donde fue adorada como una diosa por los nativos...

Otro día más y si es posible, mejor...



A LAS GATAS LOLA Y MARMOPI.



 
Crónica del día:  Dedicado a las gatas lectoras, Lola y Marmopi, porque de las gatas es el reino de lengua bilingüe...

Le chat

Viens, mon beau chat, sur mon coeur amoureux;
Retiens les griffes de ta patte,
Et laisse-moi plonger dans tes beaux yeux,
Mêlés de métal et d'agate.

Lorsque mes doigts caressent à loisir
Ta tête et ton dos élastique,
Et que ma main s'enivre du plaisir
De palper ton corps électrique,

Je vois ma femme en esprit. Son regard,
Comme le tien, aimable bête,
Profond et froid, coupe et fend comme un dard,

Et, des pieds jusques à la tête,
Un air subtil, un dangereux parfum
Nagent autour de son corps brun.


 El gato

Échate, hermoso gato, sobre mi corazón enamorado;
guarda las garras,
y déjame atisbar entre tus ojos
mixturas de metal y ágata.

Cuando mis dedos acarician lento
tu cabecita y tu dorso elástico,
cuando mi mano se embriaga de placer, palpando
tu cuerpo eléctrico,

una mujer regresa hacia mi espíritu. Y mira
tal como tú, amable bicho,
profunda y fría, filosa e hiriente como saeta.

Y en torno nadan, circunscribiendo
su cuerpo bruno, de pie a cabeza,
un sutil aire y los perfumes amenazantes.

Charles Baudelaire para la Ciudad Gática y su lengua.