jueves, 12 de abril de 2012

EL GATO JORGETE.


Crónica del día:  Cuento Locusiano para un gato poeta.
La ciudad amaneció entre la melodía de los pájaros y el ronroneo arrullador de los gatos callejeros, durmiendo aún entre las sombras del silencioso parque.

La resaca de la noche anterior dormía entre efluvios de desbordada alegría, mientras las calles aún no habían despertado al bullicio acostumbrado, ni la prisa se hacía hueco a grandes zancadas por las avenidas que, horas antes, habían sido testigos de la explosión de júbilo y algarabía propiciada por el deporte nacional: El fútbol.

La noche se tiñó de verde cuando los más jóvenes del lugar celebraban eufóricos el triunfo de casa en ese 2-1 entre México-España. 

Pero ahora todo estaba en calma en la ciudad.

El coche, conducido con lentitud, paró frente a la solariega casa de jardín algo descuidado. El porte de la dama, de cabeza tocada con pamela colorista, zapatos de tacones imposibles y minifalda de vértigo, llegó al dintel de la puerta y, extendiendo el índice dedo con uña de manicura francesa y anillo de zafiros, tocó el timbre por enésima vez.

Sabía que el propietario estaba dentro. O al menos, eso esperaba. No creyó que después de la noche de goles y Coronitas, pudiera haber salido a sus quehaceres diarios. Estaría aún abrazado al sueño reparador.

El timbre sonaba claro en el interior y, no pensaba irse sin entregar lo que, asido con firmeza, empuñaba su mano izquierda mientras el ensortijado dedo de la derecha, imprimía insistencia a la desatendida llamada.

Por fin, despeinado, descalzo, y con una leve mueca de sueño agredido en su rostro, asomaba la cabeza el Sr. Drake, mientras se rascaba la barba de dos días que enmarcaba su rostro de amable faz, y dejaba entrever el asombro por la presencia que, ante sus ojos de inquisitivo mirar, se le presentaba con elegancia y rostro angelical.

¿Qué…qué quiere?…-le preguntó a la dama recién salida de un escaparate de moda, a la que no reconoció.

-Déjame pasar, y lo sabrás. Le espetó segura de que pronto se abriría la puerta de par en par.

Mister Drake, no lo dudó. A esas horas, tan bella mujer acariciando a su timbre, no podía ser más que un regalo propiciado por su suerte de hombre con suerte. Mientras se atusaba el flequillo revuelto por la almohada reparadora de desvelos, la dama, le ponía en la mano, sin mediar palabra, el paquete.

-Toma, te lo has ganado.

-¿Pero…que es, quién es vd. Qué busca de mi?

Ella, no le dejó seguir. No necesitaba alzarse sobre los tacones ya alzados y, sin más preámbulos le espetó el más húmedo beso y cálido abrazo que Mr. Drake recordara.

Las seis gatas saltaron del trasportín ronroneando a su alrededor. Pronto, el gato más gato de todos los gatos, fue inundado de lameteos y coquetos maullidos, a la vez que la pamela yacía en el suelo y las ropas se desacomodaban en los cuerpos.

Cuando llegó la noche, Él, Ella y las Gatas, se preparaban la cena de arenques fritos y melón con jamón.

Gata Literata.