jueves, 27 de septiembre de 2012

NADA SERÁ IGUAL.




Crónica del día: Alguien que lo llena todo no deja vacío nada.

Pero no sé si la crónica del día será en realidad lo que hace días pensaba, ahora que el vacío se ha adueñado del espacio hasta hace poco lleno por entero de don y palabra.
La historia de los pueblos la escriben sus gentes sin papel ni pluma; la verdadera, porque la historia, tantas veces inventada y dada para el estudio fuera de la Universidad de la Vida, sólo cuenta si el narrador ha tenido el encargo de redactarla desde el bando de los vencedores. Nada nuevo bajo el sol.

Pero lo que sí han sido reales, han sido doce años de vida entre la vida de las gentes y en los pasillos de las circunstancias, de Antonio Carrascosa Mendieta en este pueblo de la Mancha de cuyo nombre, yo si puedo acordarme, donde un cura ha escrito  páginas nuevas –y aclaro que no soy de curas ni de misas, tampoco de creencias de manuscritos a los que, la verdad, pongo en perpetua cuarentena, por eso de que nunca se sabe a ciencia cierta donde está la realidad o la ficción- Pero la Verdad ha caminado por las calles y las ciudades; ha dado su palabra clara a las gentes, ha llenado corazones y almas vacías entre escaparates llenos, ha puesto su servicio a los pies de andar sin tregua alentando al desaliento, ha sido un revulsivo contra la tristeza poniendo empeño en crear sonrisas...Ha sido.

Nunca sabremos los ciudadanos de a pié, qué mueve a los que más mandan a quitarle a un pueblo lo que funciona bien. Quizá es que aquellos que valen y llenan a los corazones, ocupados o vacíos, no puede quedarse es un sólo sitio, simplemente porque un sólo pueblo no puede disponer por siempre de lo que es diferente y ha dado muestras aquí, allá o acullá, de lo que es saber manejar los resortes de la condición humana y tenderse en manos llenas, -aunque a veces las manos tendidas necesiten otras donde agarrarse para no soltar de una vez los asideros, tantas veces inconvenientes- Pero razonamientos personales aparte, lo que si ha dejado Carras en Tobarra, en sus calles, gentes y en los recovecos indescifrables de la religión con sus ritos y fantasías,  ha sido el incuestionable peso de su humanidad. Su amor por el amor a las cosas; más importantes o menos necesarias, pero llenas de luz y fuerza, que no pueden sino provenir de un alma llena para entregarla en cada acto y generosidad, demandada o voluntaria.
Creo que sí, que pese a habernos llenado de su fuerza durante miles de días y noches, el vacío se siente irremediablemente; en el silencio  que se ha perdido en el laberinto de la palabra callada, en sus misas rápidas, para no dar tiempo a la gente a remolinear en los bancos de postura obligada, en su callejear con la rapidez de una ardilla atravesando con energía la cotidianidad, en su sonrisa franca y voz sin imposturas, en sus juegos de niño grande entre los niños,  en el encuentro en las desavenencias, en… Qué más da poner más logros o menos pendientes, lo que importa es que nos hemos quedado vacíos, y me doy cuenta ahora que se cumplió el miedo. Ahora que es real el adiós de una persona que ha sido para todos y de nadie; ahora que sabemos al pasar bajo su ventana viendo brillar una luz diferente y que la puerta aún sigue abierta,  que no se cuestiona si el hombre-cura que ha llegado al pueblo es igual, mejor o mejorable; simplemente no es Antonio Carrascosa.
Para mí, para tantas personas, Carras ha sido amigo en las confidencias, compañero de viaje, cine de salón y libro abierto.  Ser afable y generoso. Torbellino en las cosas claras. Un recuerdo especial en las tertulias de café y días de prisa en el País de la Luz, entre bocadillos rápidos y vino en bota para calentar ánimos en los puentes del Río Sena, viendo a Notre-Dame erguirse como dama de trajes regios, y  dar un paseo nocturno en Batomuche, viviendo sensaciones nuevas ante Giselle, en la Ópera de París,  en la magia de Disneyland o ante la belleza de Roma eterna. Comer callejeando el frío y cenar caliente en los albergues de guitarra y zapateos. Dormir la noche rápida, amaneciendo pronto para  enfundarnos hasta las cejas los inviernos en la piel,  para recorrer la fantasía de Brujas, la enigmática Venecia o la Medieval Carcassone, y adentrarnos, una y mil veces, en el arte escondido en los Museos de media Europa.
Porque sí, sin sus prisas por enseñarnos mundo y cultura, sin su empeño por acercarnos a la vida oculta en la belleza de las piedras, en el silencio de las aguas  y en el ruido de callejuelas; sin la sonrisa fantasmal de vírgenes inventadas, o el sonido amordazado en el misterio de las catedrales, nada hubiera sido igual. Como nada será igual sin él.
Porque hay personas que lo llenan todo y, sí, quizá no supe dejarle una buena dedicatoria en el libro de despedidas el domingo. Porque cuando escribí eso de “alguien que lo llena todo no deja vacío nada” quizá fue por la emoción de verle a rebosar entre  gente sin fe, o con ella a cuestas;  entre los buenos, los mejores y los impresentables, entre los deseos sinceros y la falsedad babeando comisuras, entre chismosas de barrio y malintencionados creyentes que son capaces de re-crear mitos de brujas y leyendas de sapos mientras escupen sus confesiones para masticar a Dios entre lenguas malolientes.
Pero sobresalía el  cariño  de hombres y mujeres de  miradas húmedas; abanicándose el calor de otoño y el corazón sincero, con enormes ganas de gritarle al viento que no queremos que él se vaya lejos, aunque se quede cerca.
Antonio Carrascosa, se ha ido, porque se lo han llevado, los que mandan,  a otro pueblo. Otras almas necesitan beber y saciarse. Otras gentes tendrán el privilegio del amigo cercano y el hombre sencillo cuya humildad no le permite demostrar sus cualidades, aunque difícil tiene esconderlas, porque se le escapan de sí como se le escapa la sonrisa clara y la luz de sus ojos  penetrantes. Porque lo que es verdad, no miente y lo que es, es, por mucho que nos empeñemos en esconderlo.
Hay muchos pueblos ya con demasiados corazones bombeando sueños que lo han perdido, y otros, que se lo encontrarán por derecho. En todos ellos, una realidad, un hombre de bien les dará la mano y caminarán...
Por la parte que a mí toca he tenido la suerte de compartir con él una parte del camino. En ese camino sembré…Seguro que algo bueno germina.
Carras siempre será, estará y contará entre nosotros...No hay quién pueda cambiar eso.